En adultos mayores, a menudo el dolor de rodilla está relacionado con el desgaste articular por la edad (artrosis); en deportistas, suele deberse a lesiones o sobrecarga por actividad intensa. En cualquier caso, entender las causas del dolor de rodilla y abordarlo a tiempo es clave para mantener unas articulaciones sanas y seguir llevando una vida activa y sin limitaciones.
Causas comunes del dolor de rodilla

Las causas del dolor de rodilla pueden ser muy variadas, desde problemas crónicos por desgaste hasta traumatismos agudos. A continuación resumimos las más frecuentes:
- Artrosis (desgaste articular): La artrosis de rodilla (osteoartritis) es la causa más común de dolor crónico en esta articulación, especialmente a partir de la mediana edad y en adultos mayores [1]. Se produce por el desgaste del cartílago que amortigua los huesos de la rodilla con los años de uso. Este “desgaste por la edad” provoca dolor progresivo, rigidez e inflamación en la rodilla; con el tiempo puede generar cambios óseos (como osteofitos) y afectar ligamentos y otros tejidos de la articulación [2]. Los factores de riesgo de artrosis incluyen la edad avanzada, lesiones previas, sobrepeso y la predisposición genética, entre otros [3].
- Lesiones deportivas o traumáticas: Un golpe directo o un movimiento brusco pueden dañar las estructuras de la rodilla y causar dolor agudo inmediato. Por ejemplo, un desgarro del ligamento cruzado anterior o una rotura de menisco son lesiones típicas en deportistas que provocan dolor repentino e inestabilidad articular [4]. También las fracturas óseas en la rodilla (como rotura de rótula) por caídas o accidentes entran en esta categoría. Estas lesiones generan un dolor intenso desde el momento del impacto y a menudo hinchazón inmediata. Es importante tratarlas adecuadamente, ya que una lesión de rodilla mal curada puede derivar en problemas crónicos; de hecho, una lesión deportiva previa en la rodilla puede favorecer la aparición de artrosis en el futuro [5].
- Sobrecarga y uso excesivo: El sobreuso de la articulación de la rodilla, por movimientos repetitivos o entrenamientos intensos sin descanso, puede producir lesiones por microtraumas acumulados. Dos ejemplos habituales son la bursitis y la tendinitis. La bursitis de rodilla ocurre cuando se inflaman las bolsas sinoviales que amortiguan la articulación, generalmente tras sobrecargar la rodilla con posturas prolongadas de arrodillarse o golpes repetidos [6]. Por su parte, la tendinitis rotuliana es la inflamación del tendón rotuliano (que une la rótula con la tibia) y suele darse en personas que corren, saltan o practican deportes de alto impacto de forma repetitiva [7]. Estas lesiones de sobrecarga causan dolor sordo y crónico que empeora con la actividad, a diferencia del dolor agudo de una lesión traumática.
- Sobrepeso y obesidad: El exceso de peso corporal es un importante factor de riesgo para el dolor de rodilla. Cada kilo adicional supone un aumento de la presión que soportan las rodillas al caminar, correr o subir escaleras [8]. Con el tiempo, el sobrepeso acelera el desgaste del cartílago articular y aumenta la probabilidad de desarrollar artrosis de rodilla a edades más tempranas [9]. Las personas con obesidad también suelen tener más inflamación sistémica (el tejido graso produce sustancias proinflamatorias) que puede agravar el dolor articular. Por ello, no es raro que quienes tienen sobrepeso experimenten dolor en las rodillas al estar de pie mucho tiempo o al realizar actividades cotidianas, debido al estrés excesivo sobre la articulación.
- Artritis inflamatoria y otras afecciones: Existen enfermedades que afectan a la articulación de la rodilla causando dolor. La artritis reumatoide es una condición autoinmune en la que el sistema inmunológico ataca la membrana sinovial, provocando inflamación, dolor y rigidez en múltiples articulaciones, incluidas las rodillas. La gota es otra enfermedad que puede manifestarse con dolor intenso en la rodilla (aunque con mayor frecuencia afecta al dedo gordo del pie), debido a la acumulación de cristales de ácido úrico. Incluso infecciones dentro de la articulación (artritis séptica) pueden generar dolor de rodilla severo, fiebre e hinchazón. Aunque menos comunes, estas afecciones médicas deben considerarse: artritis reumatoide, gota u otras infecciones pueden provocar dolor de rodilla [10] acompañado típicamente de inflamación, enrojecimiento o calor local en la articulación.
Causa | Síntomas frecuentes |
---|---|
Artrosis (desgaste de cartílago) | Dolor crónico que empeora con la actividad; rigidez matutina; crujidos al mover la rodilla; posible deformidad ósea en fases avanzadas [11] |
Lesión aguda (ligamento, menisco, etc.) | Dolor agudo instantáneo al lesionarse; inflamación (a veces inmediata); moretones; inestabilidad o bloqueo de la rodilla (según la estructura dañada) |
Sobrecarga (bursitis, tendinitis) | Dolor sordo o punzante que aumenta con la actividad repetitiva; hinchazón local (especialmente en bursitis); sensibilidad en la zona del tendón afectado |
Sobrepeso u obesidad | Dolor crónico que empeora al estar de pie o caminar mucho; sensación de tensión en la rodilla; mayor desgaste articular con el tiempo [12] |
Artritis (reumatoide, gota) | Dolor articular con brotes de hinchazón; rigidez prolongada tras el reposo; enrojecimiento y calor en la rodilla durante episodios inflamatorios; posible fiebre si es infección [13] |
Consecuencias de no tratar el dolor de rodilla a tiempo

Ignorar un dolor de rodilla persistente o no tratar una lesión cuando ocurre puede traer consecuencias negativas a largo plazo. En primer lugar, el problema subyacente puede agravarse con el tiempo: una lesión no atendida puede empeorar (por ejemplo, un desgarro puede hacerse mayor) y una condición degenerativa como la artrosis avanzará más rápidamente sin ninguna intervención. El dolor continuo suele llevar a que la persona use menos la pierna por protección, pero esa falta de movimiento desencadena un círculo vicioso: la inactividad prolongada debilita los músculos de la pierna y empeora la rigidez articular, lo que a su vez aumenta el dolor y dificulta aún más el movimiento [14]. En otras palabras, si no se corta a tiempo, se forma una “bola de nieve” de problemas: cada vez duele más y cuesta más recuperar la función normal de la rodilla. Estudios médicos advierten que si no se trata, el dolor de rodilla tiende a empeorar con el tiempo, volviéndose más difícil de aliviar o revertir en el largo plazo [15]. Además, no atender una lesión importante podría derivar en daños permanentes o inestabilidad crónica en la articulación. Por ejemplo, la rotura de un ligamento mal rehabilitada puede predisponer a artrosis precoz en esa rodilla años después [16]. En casos extremos, la ausencia de tratamiento puede llevar a la necesidad de soluciones más invasivas en el futuro, como cirugías de reemplazo articular.
Infografía: Ciclo del dolor articular (vicioso)

- Lesión o desgaste inicial: Un daño en el cartílago o una lesión en la rodilla provoca dolor e inflamación en la articulación.
- Dolor y menos movimiento: Debido al dolor, la persona evita mover la rodilla o apoyar peso, reduciendo su actividad física.
- Debilidad muscular: La falta de uso hace que los músculos que rodean la rodilla (cuádriceps, isquiotibiales) se debiliten y pierdan soporte. También disminuye la circulación y la lubricación articular por la inactividad [17].
- Inestabilidad y sobrecarga: Con músculos más débiles, la rodilla pierde estabilidad. Las tareas cotidianas ejercen más tensión directamente sobre la articulación porque hay menos apoyo muscular.
- Mayor daño y dolor aumentado: El exceso de carga y la inestabilidad aceleran el desgaste articular, causando más inflamación y dolor. Esto lleva a evitar aún más el movimiento, reiniciando el ciclo. En ausencia de intervención, el dolor se vuelve cada vez peor y la función de la rodilla disminuye progresivamente.
Consecuencia: Si este ciclo no se interrumpe con tratamiento y rehabilitación, el dolor de rodilla se cronifica y la recuperación será mucho más difícil. Por eso, detectar y tratar a tiempo el origen del dolor de rodilla es fundamental para evitar caer en este círculo vicioso de deterioro articular.
Diagnóstico del dolor de rodilla

Para identificar correctamente la causa de un dolor de rodilla es indispensable acudir a evaluación médica. El profesional (médico de atención primaria o traumatólogo) comenzará con una exploración física completa de la rodilla: inspeccionará si hay hinchazón, enrojecimiento o calor, palpará puntos dolorosos y probará la movilidad y estabilidad de la articulación en distintas direcciones [18]. A partir de ahí, según los hallazgos, puede recomendar pruebas diagnósticas adicionales. Las más comunes incluyen estudios de imagen como la radiografía y la resonancia magnética.
- Radiografía (rayos X): Es la prueba inicial típica ante problemas de rodilla. Una radiografía permite visualizar los huesos de la articulación y detectar fracturas, desplazamientos óseos o signos de artrosis (como estrechamiento del espacio articular o formaciones óseas) [19]. Es rápida y útil para diagnosticar lesiones óseas y enfermedades degenerativas avanzadas. Sin embargo, no muestra directamente los tejidos blandos.
- Resonancia magnética (RM): Esta prueba de imagen avanzada muestra con gran detalle las partes blandas de la rodilla (ligamentos, tendones, meniscos, cartílago y músculos) mediante un campo magnético, por lo que resulta muy útil para diagnosticar desgarros de ligamentos, lesiones de menisco u otras lesiones internas no visibles en la radiografía [20]. Suele indicarse si se sospechan lesiones deportivas serias o cuando el dolor de rodilla persiste sin un diagnóstico claro con radiografías.
- Otras pruebas: En algunos casos se pueden utilizar ecografías (ultrasonido) para evaluar en tiempo real estructuras como tendones o bursas mientras la rodilla se mueve, o tomografías computarizadas (TAC) para cortes transversales óseos si la radiografía no es concluyente [21]. Si el médico sospecha una artritis infecciosa o gota, puede realizar un análisis de laboratorio: mediante una artrocentesis se extrae un poco de líquido sinovial de la rodilla con una aguja para analizarlo en busca de cristales (de urato en la gota) o de microorganismos [22]. También se pueden hacer análisis de sangre para detectar marcadores de inflamación o autoinmunidad en casos de artritis reumatoide. En resumen, el diagnóstico del dolor de rodilla combina la valoración clínica experta con las pruebas complementarias adecuadas (imágenes y laboratorio) para determinar con precisión la causa del problema.
Opciones de tratamiento para el dolor de rodilla

Las opciones de tratamiento del dolor de rodilla son variadas y dependen de la causa específica y la gravedad de los síntomas. En general, se suele empezar por medidas conservadoras y escalonar hacia intervenciones más invasivas solo si las primeras no resultan suficientes. A continuación, describimos los abordajes más habituales:
- Fisioterapia y ejercicio terapéutico: La fisioterapia es uno de los pilares en el tratamiento del dolor de rodilla, tanto en pacientes mayores con artrosis como en deportistas lesionados. Trabajar con un fisioterapeuta ayuda a fortalecer la musculatura que rodea la rodilla (muslos, pantorrillas), lo cual aumenta la estabilidad de la articulación [23]. Mediante ejercicios específicos de fortalecimiento y estiramientos se mejora el soporte de la rodilla y se recupera rango de movimiento. Si practicas deporte, el fisioterapeuta también podrá enseñarte ejercicios para corregir patrones de movimiento incorrectos y asegurar una técnica adecuada, evitando así recaídas [24]. Además, la terapia física incluye técnicas para reducir el dolor y la inflamación (como calor local, frío, masajes o electroestimulación) y ejercicios de propiocepción y equilibrio, muy útiles para prevenir caídas o nuevos esguinces. Con constancia, la fisioterapia logra disminuir el dolor, aumentar la movilidad y mejorar la función de la rodilla dañada.
- Ejercicio y actividad física adecuada: Mantener la rodilla en movimiento con ejercicios suaves es beneficioso para la recuperación. Salvo en casos de lesión aguda muy reciente (donde se indica reposo breve), por lo general es mejor evitar el sedentarismo prolongado, que provoca atrofia muscular y más rigidez. Se recomienda realizar ejercicio regular de bajo impacto: actividades como caminar, nadar, montar en bicicleta estática o practicar yoga/taichí fortalecen la rodilla sin someterla a impactos fuertes [25]. También conviene hacer ejercicios de fortalecimiento específicamente dirigidos a los músculos de las piernas (por ejemplo, ejercicios de cuádriceps, isquiotibiales y glúteos) ya que unos músculos fuertes estabilizan mejor la rodilla y alivian carga de la articulación [26]. Siempre hay que adaptar la actividad al nivel de cada persona: en personas mayores, puede ser simplemente pasear diariamente y hacer tabla de ejercicios indicados por el fisioterapeuta, mientras que en deportistas será una pauta de entrenamiento correctivo. Lo importante es mantenerse activo de forma segura, sin forzar la rodilla con ejercicios excesivamente dolorosos, y combinar fortalecimiento, aeróbico de bajo impacto y estiramientos.
- Medicamentos analgésicos y antiinflamatorios: Para controlar el dolor de rodilla, el médico puede recetar o recomendar diversos fármacos. Los analgésicos comunes como el paracetamol pueden ayudar con el dolor leve a moderado. Los antiinflamatorios no esteroideos (AINEs) como ibuprofeno, diclofenaco o naproxeno son muy utilizados para reducir la inflamación de la articulación y calmar el dolor, especialmente en episodios de artritis o tras una lesión. Estos pueden tomarse en pastillas o aplicarse en gel tópico sobre la rodilla. En casos de brotes de dolor intenso, el médico podría indicar antiinflamatorios más fuertes o corticoides orales por un corto periodo. Es importante seguir la pauta médica, ya que estos medicamentos tienen posibles efectos secundarios (por ejemplo, gástricos). Si hay una enfermedad subyacente (como artritis reumatoide o gota), se tratará con la medicación específica para controlar esa condición además de calmar el síntoma doloroso [26]. Por ejemplo, en la gota se usarán fármacos que bajen el ácido úrico y en la artritis reumatoide, fármacos antirreumáticos de fondo para frenar el proceso autoinmune. El objetivo es aliviar el dolor actual y a la vez abordar la causa para prevenir daños mayores.
- Cambios en el estilo de vida: Adoptar ciertos hábitos saludables puede marcar una gran diferencia en la salud de las rodillas a medio y largo plazo. En personas con sobrepeso, bajar de peso de forma gradual disminuye la carga que soportan las rodillas y puede reducir notablemente el dolor crónico [27]. También se recomienda revisar las actividades diarias y modificar aquellas que impliquen un estrés excesivo para la articulación: por ejemplo, evitar estar muchas horas de pie sin descanso, no cargar objetos demasiado pesados de forma inadecuada, o alternar periodos de actividad y reposo para no sobrecargar la rodilla. Otro aspecto importante es utilizar calzado adecuado: zapatos cómodos, con buena amortiguación y soporte, que ayuden a absorber el impacto al caminar y mantengan una alineación correcta de la pierna [28]. En deportistas, podría ser necesario el uso de rodilleras de compresión o vendajes funcionales durante la práctica deportiva para proteger la zona lesionada, así como ajustar la técnica de carrera o salto con ayuda de un entrenador/fisioterapeuta. Igualmente, incorporar ejercicios de flexibilidad (estiramientos suaves) en la rutina diaria puede mejorar la movilidad de la rodilla y disminuir la rigidez. Todos estos cambios en el estilo de vida, sumados, contribuyen a un mejor control del dolor y a evitar recurrencias.
- Suplementos nutricionales para las articulaciones: En los últimos años se han popularizado diversos suplementos dirigidos a mejorar la salud articular. Estos productos, formulados generalmente con compuestos como glucosamina, condroitina, colágeno, ácido hialurónico, vitaminas y minerales, buscan proporcionar nutrientes esenciales para el cartílago y reducir la inflamación desde dentro. Un ejemplo es Flexosamine, un suplemento para las articulaciones que puede ayudar a reducir el dolor y la rigidez en la rodilla de forma natural. Este tipo de complemento alimenticio actúa como coadyuvante: no sustituye los tratamientos médicos principales, pero puede ser un apoyo adicional para mejorar los síntomas articulares. Muchas personas mayores o deportistas en recuperación reportan alivio al combinar suplementos como Flexosamine con la fisioterapia y el ejercicio, notando con el uso constante menos molestias y más flexibilidad articular. Como con cualquier suplemento, es aconsejable consultar al médico antes de iniciarlo, pero en general son seguros y pueden ser parte de un abordaje integral del dolor de rodilla, sumando a los beneficios de una buena alimentación y los cuidados mencionados.
(Nota: En casos severos donde las medidas conservadoras no logran controlar el dolor o la funcionalidad de la rodilla está muy limitada, se puede recurrir a procedimientos médicos como inyecciones intraarticulares (por ejemplo, infiltraciones de corticoides o ácido hialurónico) e incluso cirugía. Las infiltraciones pueden aliviar temporalmente el dolor en artrosis avanzadas o en lesiones inflamatorias, y la cirugía (artroscopia para reparar meniscos o ligamentos, osteotomías o prótesis de rodilla) queda como última opción si ninguna terapia logra frenar el dolor. Estas decisiones dependen del especialista y del paciente, valorando riesgos y beneficios caso a caso. En cualquier caso, siempre es preferible tratar de prevenir llegar a estos extremos mediante los cuidados adecuados.)*
Prevención: cómo cuidar las rodillas

Siempre es mejor prevenir el dolor de rodilla antes de que aparezca o se agrave. Tanto las personas mayores como los deportistas pueden seguir una serie de buenos hábitos para cuidar sus rodillas en el día a día:
- Mantener un peso saludable: Controlar el peso corporal es fundamental para la salud de las rodillas. Como ya mencionamos, el sobrepeso incrementa la presión sobre las articulaciones y acelera su desgaste. Por eso, mantener un peso adecuado reduce el riesgo de artrosis y dolor articular [29]. Si tiene kilos de más, una pérdida moderada de peso (aunque sea del 5-10% del peso corporal) ya disminuye significativamente la carga sobre las rodillas en cada paso. Combinar una dieta equilibrada con ejercicio regular es la mejor estrategia para lograrlo. Un peso saludable no solo protege las rodillas, sino que mejora la salud general.
- Realizar ejercicio de forma regular y adecuada: La actividad física es uno de los mejores aliados de unas articulaciones fuertes y funcionales. Se recomienda evitar el sedentarismo; largos periodos sentado pueden debilitar los músculos de la rodilla [30], por lo que es bueno levantarse cada cierto tiempo, estirar las piernas o dar pequeños paseos si se pasa mucho tiempo sentado. Asimismo, conviene incorporar ejercicios de bajo impacto en la rutina semanal, como nadar, montar en bicicleta, caminar en terreno llano o practicar yoga/pilates, ya que fortalecen las rodillas sin someterlas a un estrés excesivo [31]. Adicionalmente, es importante fortalecer los músculos que rodean la rodilla (cuádriceps en el muslo, isquiotibiales en la parte posterior, y los glúteos), mediante ejercicios específicos como extensiones de rodilla, sentadillas suaves, elevación de piernas rectas, etc. Unos músculos fuertes ayudan a estabilizar la rodilla y a absorber mejor los impactos [32]. Incluye también estiramientos para mantener la flexibilidad. Y no olvides calentar antes de hacer ejercicio intenso y aumentar la intensidad de forma progresiva, para preparar la articulación y prevenir lesiones por sobreesfuerzo.
- Proteger las rodillas durante las actividades físicas: Ya sea en el deporte o en tareas cotidianas, es importante proteger la articulación de movimientos o cargas que puedan lesionarla. Utiliza equipamiento adecuado: por ejemplo, si corres o caminas mucho, invierte en un buen calzado deportivo con amortiguación que disminuya el impacto en las rodillas [33]. Si practicas deportes de contacto o de riesgo para la rodilla (como baloncesto, fútbol, esquí), considera usar rodilleras o cintas rotulianas que brinden soporte adicional. Presta atención a la técnica: en el gimnasio, ejecuta los ejercicios con la postura correcta; en la carrera, intenta mantener una pisada adecuada. Movimientos bruscos o giros repentinos de la rodilla pueden provocar lesiones, por lo que hay que evitarlos en lo posible o realizarlos con precaución. Del mismo modo, no excederse es clave: escuchar las señales del cuerpo. Si notas molestias en la rodilla durante una actividad, descansa y no fuerces más allá del dolor. Muchas lesiones ocurren por “ir más allá” a pesar de notar molestias iniciales. Practicar deporte de forma responsable y segura te permitirá seguir haciéndolo por mucho tiempo sin dañar tus articulaciones.
En resumen, cuidar las rodillas implica un equilibrio entre actividad y protección: mantenerlas en movimiento para que conserven su fuerza y flexibilidad, pero evitando sobrecargarlas. Un estilo de vida activo, con ejercicio moderado, peso controlado y atención a la ergonomía, es la mejor fórmula para prevenir el dolor de rodilla. Y si pese a todo aparecen molestias, no las ignores: atender tempranamente un dolor de rodilla (consultando al médico, haciendo reposo relativo o fisioterapia) puede evitar problemas mayores en el futuro. Con buenos hábitos y las medidas adecuadas, es posible disfrutar de unas rodillas sanas y seguir viviendo activamente a cualquier edad. ¡Tus rodillas te lo agradecerán!